martes, 2 de noviembre de 2021

Reflexiones finales sobre el mercado electoral: La oferta electoral hacia el 14 de noviembre

Reflexiones finales sobre el mercado electoral:
La oferta electoral hacia el 14 de noviembre

Introducción

Como analizamos en el artículo anterior[1], la política y sobre todo las elecciones pueden, y a mi criterio, deben mirarse como un mercado más. Un mercado al que llamamos mercado electoral, donde interactúan votantes y políticos-candidatos siguiendo las típicas leyes que se tratan el cualquier curso de microeconomía. En este tiempo, vivimos las Elecciones PASO del 12 de septiembre, donde hubo sorprendentes resultados a lo largo y ancho de nuestro país. En este artículo, concluiremos nuestro análisis, observando atentamente la campaña en curso de cara a las Elecciones Generales del 14 de noviembre.

Anteriormente, nos enfocamos más que nada en la demanda electoral, es decir, en lo que los ciudadanos ­buscan y desean votar. Vimos que no siempre son demandas políticamente lógicas, pero que es menester entenderlas para poder jugar en ese mercado. Así fue que la precandidata Cinthia Fernández (Vocación Social – Unite) obtuvo cerca de 96 mil votos, contra los 82 mil de Guillermo Moreno (político de carrera, quien fuera Secretario de Comercio), o los 55 mil de Juan José Gómez Centurión, veterano de Guerra de Malvinas, de trayectoria en el ámbito privado y público y excandidato a Presidente de la Nación. Lógicamente, no tiene sentido el resultado, pero siguiendo nuestro análisis, habremos inferido que la ciudadanía no demanda las propuestas de los susodichos, sino la banalización de la política ofrecida por la vedette, más allá de las válidas y legítimas propuestas que hubo presentado. En la CABA, Milei se consolidó como la tercera fuerza, obteniendo el 13,66% de los sufragios, traducido en el apoyo de 240.000 porteños sobre todo de las comunas y barrios más relegados: Mataderos (9) y Villa Lugano (8).

Pero en este nuevo artículo, nos intentaremos enfocar en la oferta electoral, observaremos sus variaciones durante este último año, nos afanaremos aproximándonos al costo de oportunidad de los candidatos, sobre todo de los de más abajo (entre los que me incluyo)[2], viendo los costos inevitables para poder ser realmente una oferta electoral, para poder concluir con nuestra hipótesis de que (sobre todo los liberales que defendemos vehementemente la institución mercado) entendiendo a la política como un mercado, se podrán obtener mejores performances electorales.

Sobre la actual Oferta Electoral

Luego del filtro de las PASO, han quedado en la Provincia de Buenos Aires, seis listas de candidatos a la Cámara de Diputados de la Nación, pero podremos observar con grata sorpresa que hay varios puntos en común en, por lo menos, los discursos de sus cabezas de lista, incluso cuando hace meses opinaban y actuaban contrariamente. Y es ese el punto de cómo la demanda electoral define en gran medida la oferta electoral, o por lo menos lo que éstas deben decir y hacer para triunfar en el mercado.

Temas como una rebaja de impuestos, reducción de los costos laborales mediante una reforma laboral, la modificación del sistema de votación, la apertura al comercio internacional, la defensa de la economía de mercado… Tópicos recurrentes durante el último tiempo y que al día de hoy brillan por su aparición en los debates de candidatos. Y es que es lo que la gente demanda al día de hoy, rechazando en gran medida aquéllas propuestas que pregonan estatismo, control, sindicalización forzosa y espuria, privilegios de élite.

La discusión política gira en torno a ideas, propuestas y valores defendidos desde siempre por los sectores liberales y conservadores (la “centro derecha”), empujando a políticos que poca simpatía tenían con la generalidad de ese tipo de plataformas electorales a hablar con soltura sobre seguros de desempleo, mochilas austriacas, inflación como fenómeno monetario, entre otros. Es un discurso, un conjunto de ideas programáticas que ha calado en la sociedad, por lo menos en lo que respecta al núcleo de la CABA y el Conurbano Bonaerense, hasta en sus sectores más humildes. Es válido nuestro reconocimiento a los referentes populares que desde hace muchos años sostienen estas propuestas, más aun a los que se han animado a afrontar los costos de involucrarse en el mundillo de la política. Sólo por mencionar a algunos, vale el agradecimiento a los ahora candidatos José Luis Espert, Ricardo López Murphy y Javier Milei, tres liberales que a partir del 10 de diciembre, irrumpirán en el Congreso de la Nación portando las ideas de la libertad.

Posiblemente, este viraje de la demanda electoral permita que en el 2023 se pueda confluir en un polo que se oponga firmemente a lo antitético de los puntos que fueron mencionados en el párrafo anterior o bien en un cambio total del sistema, que confluya en un bi-frentismo constante que se dirima internamente elección a elección mediante sus propias primarias, como puede entenderse el sistema político de los Estados Unidos. Sin duda sería un interesante cambio para la política nacional, a mi criterio, bajo estos supuestos, positivo.

Del Costo de Oportunidad de los Candidatos

Involucrarse en la política es una decisión más. Y como tal, enfrentamos un costo de oportunidad, es decir, resignamos otras cosas para hacerlo. En este sentido, el mercado electoral argentino presenta altos costos de oportunidad, sobre todo para las personas “normales”, podríamos decir. ¿De qué forma? Los ciudadanos comunes que tomamos esta decisión dejamos de lado la tranquilidad de nuestras vidas de mortales, donde criticamos desde fuera al sistema corporativo de la política, para enfrentarnos a ese conjunto del cual, de alguna forma, salimos: “Para qué te metés si no vas a poder cambiar nada”. “Son todos iguales, no sirve ninguno”. “Dicen estar en contra de los políticos, pero al final son unos políticos más”. “El sistema te va a corromper. Cuidate y no te involucres porque vas a tener que transar”.  Uno valora más su presencia y la de muchos nuevos actores en la palestra que ese todoeslomismismo reinante sobre el grupo social con el que se identifica.

Por otro lado, podemos identificar otros costos de oportunidad catalogados como “Familiares y sociales”, donde encontraremos la no participación en cumpleaños, bautismos y otras reuniones familiares, el no encuentro con amigos y conocidos y demás situaciones que eran normales y obvias en la vida previa al gran paso del involucramiento político. Y con ellos, los costos de enfados y enojos de los correspondientes amigos y familiares, celosos de nuestra presencia en reuniones políticas, mítines, actividades territoriales y otras actuaciones públicas.

Mientras uno participa en espacios triunfadores, compensa esos costos con la posición de poder que logra construir, con el cargo al cual accede, con su respectivo sueldo, con las posibilidades de seguir escalando que éste provee. Y en el balance final, valora muchísimo más ese mundo de oportunidades que los costos de oportunidad enfrentados. Pero cuando surge desde las bases, en espacios nuevos y chicos, desprovisto de grandes fuentes de financiamiento (sobre todo las coactivas, es decir, cajas oficiales), enfrentando personalmente todos los costos que abordaremos más adelante, la situación es diferente.

Las potenciales ganancias éticas y morales, como podemos definir las utilidades reportadas por esa forma de hacer política, suelen ser menos eficaces para afrontar los costos de oportunidad descritos, cerrando ese balance ya con pérdidas y, si no se logra revertir, los costos se impondrán sobre las utilidades y desaparecerá ese oferente, es decir, nos retiraremos de la política. Lo más costoso de ello es la desilusión, el asco y la repulsión con la que podemos salir del sistema político, para volver, más convencidos que nunca, al reino del todoeslomismismo, del cual seremos grandes pregoneros.

Costos Inevitables para ser Oferta Electoral

Así como quienes incursionamos desde las bases en la política enfrentamos los costos de oportunidad descritos párrafos arriba, hay ciertos costos inevitables, que actúan como barreras de entrada, que debemos pagar para poder convertirnos en una efectiva oferta electoral antes del filtro de las PASO. Y son principalmente todas esas regulaciones que impone el Estado desde la CNE-DINE[3], las JE[4] y muchas veces también por los mismos competidores: Demás partidos hegemónicos con mucho poder.

Para empezar, uno debe contar con un partido político, un “sello”, para poder presentarse a las elecciones y con él, avales y una lista que le acompañe. El sólo hecho de conformar un partido implica 4.000 adhesiones y afiliaciones (es decir, 4.000 personas) por provincia y 20.000 para el orden nacional. Con ello, el costo del tiempo, de las fichas, de los abogados y escribanos necesarios, de los papeles requeridos, impresiones, &c. Una vez obtenido, con todo lo que ello implica, requiere un porcentaje de electores que avalen la lista y la totalidad de los candidatos (en PBA, 35 más sus 10 suplentes), más las listas provinciales más las municipales. Con ellos los gastos en papel, certificados de listas y avales, escribanos, sellos… Luego sus gastos de campaña: Ya de por sí, imprimir 13 millones de boletas, un padrón, representa al día de hoy cerca de 15 millones de pesos. Si se posee interna, se deberá duplicar el padrón en esos distritos. Ni contemos los gastos propiamente de campaña: Folletos, $ 12.800 (10.000 u.), banners, $ 2.000 (1 u.), stands, stickers, afiches, pasacalles, ploteos, bolsas… Y finalmente, si logró uno convertirse en oferta electoral luego de todo este proceso, debe cubrir al menos la totalidad de las escuelas con fiscales para evitar el fraude, a razón de $ 2.000 por fiscal, más sus respectivas viandas, carpetas, biromes, certificados de escrutinio… Haciendo un cálculo rápido, incluso con algunos gastos cubiertos por el Estado, una campaña para candidaturas municipales ronda los tres millones de pesos (doble, debido a las PASO y las Generales), donde uno espera que los candidatos sean simples vecinos que deciden comprometerse con su comunidad.

¿Quiénes logran llegar? Los que usan dinero público y/o espurio para financiarse. ¿No mejorará acaso la oferta electoral un cambio total del sistema electoral, que reduzca los costos y las barreras de entrada, ampliando las opciones y permitiendo a los ciudadanos comunes ser una alternativa para sus vecinos? Es una reflexión que realizamos quienes participamos por fuera de grandes maquinarias electorales hegemónicas.

Conclusión: La Política como Mercado

Finalmente, luego de nuestro largo análisis, podemos reafirmar que podemos entender a la política y a las elecciones como un mercado más, aplicando para él las formas, leyes y teorías.

Pudimos establecer los actores de este mercado, los agentes reguladores, los determinantes de la demanda, aproximarnos a los costos de oportunidad y a los costos inevitables de la participación política. Con ejemplos concretos, en estos dos artículos, mostramos cómo, por acciones de mercado, con sus razones, que sólo residen en las mentes de los individuos, suele romperse la lógica politológica de la demanda y oferta electoral, imponiéndose la lógica microeconómica.

Si la política puede analizarse como un mercado, ¿por qué nos cuesta tanto a quienes defendemos esta institución entender la lógica de la política y las elecciones? ¿Por qué pasan muchos años entre las estelares apariciones de liberales con buenos guarismos electorales? De Alsogaray a López Murphy hasta Espert, Milei y Ricardo nuevamente; de los ’80 al 2003, al 2021… 20 años entre los “picos” de ofertas pro-mercado.

En vista de los resultados obtenidos por las respectivas listas de esta índole, La Libertad Avanza en CABA y Córdoba, Vamos Mendocinos, Avanza Libertad, Libertad, Valores y Cambio en Misiones, Republicanos Unidos en Tierra del Fuego, me animo a decir que de a poco van(vamos) volviendo a entender esta lógica, estamos comprendiendo el mercado electoral, sabiendo atender las necesidades de la demanda.

Claramente se han cubierto costos altísimos, pero los resultados prometen ser el comienzo de una nueva etapa del ciclo, donde auguro buenas actuaciones en los cuerpos legislativos y deliberativos, pudiendo mantener a estas ofertas electorales a lo largo de las elecciones subsiguientes.



[1] Ver artículo en Blogspot

[3] Cámara Nacional Electoral – Dirección Nacional Electoral.

[4] Juntas Electorales, son organismos de igual función en ámbitos provinciales y municipales.


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