Reflexiones finales sobre el mercado electoral:La oferta electoral hacia el 14 de noviembre
Introducción
Como analizamos en el artículo anterior[1],
la política y sobre todo las elecciones pueden, y a mi criterio, deben mirarse
como un mercado más. Un mercado al que llamamos mercado electoral, donde interactúan votantes y políticos-candidatos
siguiendo las típicas leyes que se tratan el cualquier curso de microeconomía.
En este tiempo, vivimos las Elecciones PASO del 12 de septiembre, donde hubo
sorprendentes resultados a lo largo y ancho de nuestro país. En este artículo,
concluiremos nuestro análisis, observando atentamente la campaña en curso de
cara a las Elecciones Generales del 14 de noviembre.
Anteriormente, nos enfocamos más que nada en la demanda electoral, es decir, en lo que
los ciudadanos buscan y desean votar. Vimos que no siempre son demandas
políticamente lógicas, pero que es menester entenderlas para poder jugar en ese
mercado. Así fue que la precandidata Cinthia Fernández (Vocación Social –
Unite) obtuvo cerca de 96 mil votos, contra los 82 mil de Guillermo Moreno
(político de carrera, quien fuera Secretario de Comercio), o los 55 mil de Juan
José Gómez Centurión, veterano de Guerra de Malvinas, de trayectoria en el
ámbito privado y público y excandidato a Presidente de la Nación. Lógicamente,
no tiene sentido el resultado, pero siguiendo nuestro análisis, habremos
inferido que la ciudadanía no demanda las propuestas de los susodichos, sino la
banalización de la política ofrecida por la vedette, más allá de las válidas y
legítimas propuestas que hubo presentado. En la CABA, Milei se consolidó como
la tercera fuerza, obteniendo el 13,66% de los sufragios, traducido en el apoyo
de 240.000 porteños sobre todo de las comunas y barrios más relegados:
Mataderos (9) y Villa Lugano (8).
Pero en este nuevo artículo, nos intentaremos enfocar
en la oferta electoral, observaremos
sus variaciones durante este último año, nos afanaremos aproximándonos al costo
de oportunidad de los candidatos, sobre todo de los de más abajo (entre los que me incluyo)[2],
viendo los costos inevitables para poder ser realmente una oferta electoral,
para poder concluir con nuestra hipótesis de que (sobre todo los liberales que
defendemos vehementemente la institución mercado) entendiendo a la política
como un mercado, se podrán obtener mejores performances electorales.
Sobre la actual Oferta Electoral
Luego del filtro de las PASO, han quedado en la
Provincia de Buenos Aires, seis listas de candidatos a la Cámara de Diputados
de la Nación, pero podremos observar con grata sorpresa que hay varios puntos
en común en, por lo menos, los discursos de sus cabezas de lista, incluso
cuando hace meses opinaban y actuaban contrariamente. Y es ese el punto de cómo
la demanda electoral define en gran
medida la oferta electoral, o por lo
menos lo que éstas deben decir y hacer para triunfar en el mercado.
Temas como una rebaja de impuestos, reducción de los
costos laborales mediante una reforma laboral, la modificación del sistema de
votación, la apertura al comercio internacional, la defensa de la economía de
mercado… Tópicos recurrentes durante el último tiempo y que al día de hoy
brillan por su aparición en los debates de candidatos. Y es que es lo que la
gente demanda al día de hoy, rechazando en gran medida aquéllas propuestas que
pregonan estatismo, control, sindicalización forzosa y espuria, privilegios de
élite.
La discusión política gira en torno a ideas,
propuestas y valores defendidos desde siempre por los sectores liberales y
conservadores (la “centro derecha”), empujando a políticos que poca simpatía
tenían con la generalidad de ese tipo de plataformas electorales a hablar con
soltura sobre seguros de desempleo, mochilas austriacas, inflación como
fenómeno monetario, entre otros. Es un discurso, un conjunto de ideas programáticas
que ha calado en la sociedad, por lo menos en lo que respecta al núcleo de la
CABA y el Conurbano Bonaerense, hasta en sus sectores más humildes. Es válido
nuestro reconocimiento a los referentes populares que desde hace muchos años
sostienen estas propuestas, más aun a los que se han animado a afrontar los
costos de involucrarse en el mundillo de la política. Sólo por mencionar a
algunos, vale el agradecimiento a los ahora candidatos José Luis Espert,
Ricardo López Murphy y Javier Milei, tres liberales que a partir del 10 de
diciembre, irrumpirán en el Congreso de la Nación portando las ideas de la
libertad.
Posiblemente, este viraje de la demanda electoral
permita que en el 2023 se pueda confluir en un polo que se oponga firmemente a
lo antitético de los puntos que fueron mencionados en el párrafo anterior o
bien en un cambio total del sistema, que confluya en un bi-frentismo constante que se dirima internamente elección a
elección mediante sus propias primarias, como puede entenderse el sistema político
de los Estados Unidos. Sin duda sería un interesante cambio para la política
nacional, a mi criterio, bajo estos supuestos, positivo.
Del Costo de Oportunidad de los Candidatos
Involucrarse en la política es una decisión más. Y
como tal, enfrentamos un costo de oportunidad, es decir, resignamos otras cosas
para hacerlo. En este sentido, el mercado electoral argentino presenta altos costos de oportunidad, sobre todo para las
personas “normales”, podríamos decir. ¿De qué forma? Los ciudadanos comunes que
tomamos esta decisión dejamos de lado la tranquilidad de nuestras vidas de
mortales, donde criticamos desde fuera al sistema corporativo de la política,
para enfrentarnos a ese conjunto del cual, de alguna forma, salimos: “Para qué
te metés si no vas a poder cambiar nada”. “Son todos iguales, no sirve
ninguno”. “Dicen estar en contra de los políticos, pero al final son unos
políticos más”. “El sistema te va a corromper. Cuidate y no te involucres
porque vas a tener que transar”. Uno
valora más su presencia y la de muchos nuevos actores en la palestra que ese todoeslomismismo reinante sobre el grupo
social con el que se identifica.
Por otro lado, podemos identificar otros costos de
oportunidad catalogados como “Familiares
y sociales”, donde encontraremos la no participación en cumpleaños,
bautismos y otras reuniones familiares, el no encuentro con amigos y conocidos
y demás situaciones que eran normales y obvias en la vida previa al gran paso
del involucramiento político. Y con ellos, los costos de enfados y enojos de
los correspondientes amigos y familiares, celosos de nuestra presencia en
reuniones políticas, mítines, actividades territoriales y otras actuaciones
públicas.
Mientras uno participa en espacios triunfadores,
compensa esos costos con la posición de poder que logra construir, con el cargo
al cual accede, con su respectivo sueldo, con las posibilidades de seguir
escalando que éste provee. Y en el balance final, valora muchísimo más ese
mundo de oportunidades que los costos de oportunidad enfrentados. Pero cuando
surge desde las bases, en espacios nuevos y chicos, desprovisto de grandes
fuentes de financiamiento (sobre todo las coactivas, es decir, cajas
oficiales), enfrentando personalmente todos los costos que abordaremos más
adelante, la situación es diferente.
Las potenciales ganancias éticas y morales, como podemos definir las utilidades reportadas
por esa forma de hacer política, suelen ser menos eficaces para afrontar los
costos de oportunidad descritos, cerrando ese balance ya con pérdidas y, si no
se logra revertir, los costos se impondrán sobre las utilidades y desaparecerá
ese oferente, es decir, nos
retiraremos de la política. Lo más costoso de ello es la desilusión, el asco y
la repulsión con la que podemos salir del sistema político, para volver, más
convencidos que nunca, al reino del todoeslomismismo,
del cual seremos grandes pregoneros.
Costos Inevitables para ser Oferta Electoral
Así como quienes incursionamos desde las bases en la
política enfrentamos los costos de oportunidad descritos párrafos arriba, hay
ciertos costos inevitables, que actúan como barreras de entrada, que debemos
pagar para poder convertirnos en una efectiva oferta electoral antes del filtro
de las PASO. Y son principalmente todas esas regulaciones que impone el Estado
desde la CNE-DINE[3], las JE[4] y
muchas veces también por los mismos competidores:
Demás partidos hegemónicos con mucho poder.
Para empezar, uno debe contar con un partido político, un “sello”, para poder
presentarse a las elecciones y con él, avales y una lista que le acompañe. El
sólo hecho de conformar un partido implica 4.000 adhesiones y afiliaciones (es
decir, 4.000 personas) por provincia y 20.000 para el orden nacional. Con ello,
el costo del tiempo, de las fichas, de los abogados y escribanos necesarios, de
los papeles requeridos, impresiones, &c. Una vez obtenido, con todo lo que
ello implica, requiere un porcentaje de electores que avalen la lista y la
totalidad de los candidatos (en PBA, 35 más sus 10 suplentes), más las listas
provinciales más las municipales. Con ellos los gastos en papel, certificados
de listas y avales, escribanos, sellos… Luego sus gastos de campaña: Ya de por
sí, imprimir 13 millones de boletas, un padrón, representa al día de hoy cerca
de 15 millones de pesos. Si se posee interna, se deberá duplicar el padrón en
esos distritos. Ni contemos los gastos propiamente de campaña: Folletos, $
12.800 (10.000 u.), banners, $ 2.000 (1 u.), stands, stickers, afiches,
pasacalles, ploteos, bolsas… Y finalmente, si logró uno convertirse en oferta
electoral luego de todo este proceso, debe cubrir al menos la totalidad de las
escuelas con fiscales para evitar el fraude, a razón de $ 2.000 por fiscal, más
sus respectivas viandas, carpetas, biromes, certificados de escrutinio…
Haciendo un cálculo rápido, incluso con algunos gastos cubiertos por el Estado,
una campaña para candidaturas municipales ronda los tres millones de pesos
(doble, debido a las PASO y las Generales), donde uno espera que los candidatos
sean simples vecinos que deciden comprometerse con su comunidad.
¿Quiénes logran llegar? Los que usan dinero público
y/o espurio para financiarse. ¿No mejorará acaso la oferta electoral un cambio
total del sistema electoral, que reduzca los costos y las barreras de entrada,
ampliando las opciones y permitiendo a los ciudadanos comunes ser una alternativa
para sus vecinos? Es una reflexión que realizamos quienes participamos por
fuera de grandes maquinarias electorales hegemónicas.
Conclusión: La Política como Mercado
Finalmente, luego de nuestro largo análisis, podemos
reafirmar que podemos entender a la política y a las elecciones como un mercado
más, aplicando para él las formas, leyes y teorías.
Pudimos establecer los actores de este mercado, los
agentes reguladores, los determinantes de la demanda, aproximarnos a los costos
de oportunidad y a los costos inevitables de la participación política. Con
ejemplos concretos, en estos dos artículos, mostramos cómo, por acciones de
mercado, con sus razones, que sólo residen en las mentes de los individuos,
suele romperse la lógica politológica de la demanda y oferta electoral,
imponiéndose la lógica microeconómica.
Si la política puede analizarse como un mercado, ¿por
qué nos cuesta tanto a quienes defendemos esta institución entender la lógica
de la política y las elecciones? ¿Por qué pasan muchos años entre las estelares
apariciones de liberales con buenos guarismos electorales? De Alsogaray a López
Murphy hasta Espert, Milei y Ricardo nuevamente; de los ’80 al 2003, al 2021…
20 años entre los “picos” de ofertas pro-mercado.
En vista de los resultados obtenidos por las
respectivas listas de esta índole, La Libertad Avanza en CABA y Córdoba, Vamos
Mendocinos, Avanza Libertad, Libertad, Valores y Cambio en Misiones,
Republicanos Unidos en Tierra del Fuego, me animo a decir que de a poco
van(vamos) volviendo a entender esta lógica, estamos comprendiendo el mercado
electoral, sabiendo atender las necesidades de la demanda.
Claramente se han cubierto costos altísimos, pero los
resultados prometen ser el comienzo de una nueva etapa del ciclo, donde auguro
buenas actuaciones en los cuerpos legislativos y deliberativos, pudiendo
mantener a estas ofertas electorales
a lo largo de las elecciones subsiguientes.
[3] Cámara
Nacional Electoral – Dirección Nacional Electoral.
[4] Juntas Electorales, son
organismos de igual función en ámbitos provinciales y municipales.